Cambio climático: ¿qué son los ecosistemas de carbono azul?

Posted on junio, 09 2022

Tanto los manglares como las praderas de pastos marinos y las marismas tienen la capacidad de retener y almacenar millones de toneladas de carbono, incluso, a tasas mayores que los bosques tropicales.

Las marismas son humedales costeros inundados y drenados por agua salada traída por las mareas. ©ScotlandBigPicture.com / WWF-UK


Nota originalmente publicada en BIBO*

El 71% de la superficie de la Tierra está cubierta por agua. Esta particularidad ha permitido que en el planeta surjan ecosistemas marinos y costeros cruciales para la vida, tales como los manglares, las praderas de pastos marinos y las marismas. Entre las múltiples funciones que cumplen estos ecosistemas, la retención y almacenamiento de carbono es una de las primordiales.

La capacidad de ciertos hábitats terrestres, como los bosques, de almacenar carbono y retirarlo de la atmósfera ya es bien conocida, lo cual ha llevado a que se tengan en cuenta estos ecosistemas en las estrategias para detener el calentamiento global y adaptarnos al cambio climático. Sin embargo, el rol que juegan los hábitats marinos y costeros en este sentido y su potencial son menos conocidos.
 

El cambio climático y los ecosistemas marino-costeros


Para entender la importancia de estos ecosistemas, es clave saber que las emisiones de carbono son un gran impulsor del cambio climático. Actualmente, millones de toneladas de carbono llegan a la atmósfera y, en su mayoría, provienen de actividades humanas como el uso de combustibles fósiles (tales como el petróleo, gas y carbón), la deforestación y demás actividades industriales.

Estos gases al ser liberados producen el conocido efecto invernadero, es decir, retienen el calor en la Tierra, causando un aumento anormal y peligroso de la temperatura mundial al que se le ha dado el nombre de calentamiento global.

Hoy, el mundo es 1,1°C más caliente que en tiempos preindustriales y, según el más reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), la máxima autoridad en el tema, el planeta es más caliente de lo que ha sido en los últimos 125 mil años. Dicho aumento de temperatura tiene graves efectos en el equilibrio del mundo, por ejemplo, incrementa la frecuencia e intensidad de los eventos climáticos extremos, tales como sequías, inundaciones, incendios y ciclones tropicales.

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El calentamiento global también está causando el descongelamiento de los polos, el aumento del nivel del mar, la transformación de hábitats, la acidificación de los océanos, entre otros innumerables impactos que afectan tanto a las personas como a toda la vida en la Tierra. Frente a este panorama, los ecosistemas marino- costeros con gran capacidad de absorber y almacenar carbono, denominados ecosistemas de carbono azul, representan una solución natural a la crisis climática.
 

Mitigan el cambio climático y nos ayudan a adaptarnos a él


Según el informe de WWF “Blue Carbon: A new concept for reducing the impacts of climate change by conserving coastal ecosystems in the Coral Triangle”, uno de los mayores sumideros de carbono del mundo, son los suelos de los ecosistemas costeros. Muchos de ellos pueden almacenar carbono de la atmósfera y el océano hasta cuatro veces más que los bosques tropicales. A ello se suma que estos ecosistemas también retienen y almacenan carbono en su vegetación.

De acuerdo al informe, los manglares, que surgen en el encuentro de la desembocadura de los ríos, el mar y la costa, retienen en sus suelos entre seis y nueve toneladas de dióxido de carbono por hectárea cada año. La cifra es similar con respecto a las marismas saladas, que son humedales costeros inundados y drenados por agua salada traída por las mareas.



Otro de los ecosistemas costeros claves son las praderas de pastos marinos, conformadas por extensiones de pastos marinos en áreas poco profundas a lo largo de las costas. Se estima que retienen cerca de cuatro toneladas de carbono por hectárea al año. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), a pesar de que ocupan solo 0,2% del fondo marino, las praderas marinas contribuyen a capturar el 10% del carbono almacenado por los océanos. Así mismo, pueden retener carbono de la atmósfera hasta 35 veces más rápido que los bosques tropicales.

Además de su gran capacidad de absorber carbono, los ecosistemas de carbono azul también pueden almacenarlo por largos periodos de tiempo, incluso, se estima que por milenios. Por ello, son ecosistemas que, si son conservados de manera efectiva, evitan que grandes cantidades de carbono lleguen a la atmósfera y
contribuyan al calentamiento del mundo. De igual manera, su degradación y destrucción representan un gran riesgo, puesto que conllevaría a la liberación de millones de toneladas de este gas de efecto invernadero.

Por otro lado, los ecosistemas de carbono no solo son cruciales para la mitigación del cambio climático, también lo son para las estrategias de adaptación. El calentamiento global está provocando diferentes impactos que requieren de medidas que disminuyan la vulnerabilidad tanto de los ecosistemas como de las personas. Un ejemplo claro de ello son las poblaciones costeras que son altamente vulnerables al aumento del nivel del mar y la ocurrencia de ciclones tropicales.

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Frente a este panorama, los ecosistemas de carbono azul también tienen mucho por ofrecer. Por ejemplo, los manglares funcionan como barreras protectoras de las costas frente a tormentas, tsunamis y la erosión. Además, estos ecosistemas son esenciales para garantizar la seguridad alimentaria de las poblaciones, puesto que buena parte de las capturas de la pesquería de pequeña escala en los trópicos depende directamente o indirectamente de los manglares. También son esenciales para la conservación de la biodiversidad.

En cuanto a las praderas de pastos marinos y las marismas, ambos ecosistemas ofrecen refugio y alimento a diversidad de especies y, por ende, también son cruciales para garantizar la disponibilidad de alimentos a las poblaciones costeras y la sostenibilidad de muchas de sus actividades económicas. En este sentido, son esenciales para combatir la amenaza de la inseguridad alimentaria que acompaña al cambio climático, esto debido a los potenciales efectos que puede tener el calentamiento global en el cultivo de alimentos, la disponibilidad de recursos pesqueros, la fertilidad de los suelos, entre otros.

Están gravemente amenazados


Aun así, los ecosistemas de carbono azul están desapareciendo a ritmos alarmantes. A nivel mundial, se estima que sus tasas de pérdida son, incluso, cuatro veces mayores que la de los bosques terrestres. Detrás de la tendencia están diferentes fenómenos tales como la tala para el caso de los manglares; la contaminación de los ríos y mares; el cambio climático que impulsa el aumento de temperatura y la acidificación de los océanos, y la transformación de los hábitats ya sea para actividades de pesca, acuicultura, agricultura o desarrollo costero.

Al respecto, el informe de WWF “Blue print for a living planet”, señala: “el océano puede ayudar a mantener el equilibrio climático, alimentar a una población creciente, apoyar el desarrollo económico y proteger los hábitats y la preciada vida silvestre”. Sin embargo, WWF advierte que esto solo es posible si los océanos se mantienen saludables y son gestionados de manera sostenible.

Por ello, afirma que la protección y restauración de los ecosistemas de carbono azul debe ser una de las prioridades del mundo a la hora de enfrentar el cambio climático y asegurar el bienestar de las personas y las demás especies que habitan el planeta.
Los manglares retienen en sus suelos entre seis y nueve toneladas de dióxido de carbono por hectárea cada año.
© Antonio Busiello / WWF-US
Las praderas marinas contribuyen a capturar el 10% del carbono almacenado por los océanos.
© Lauren Simmonds WWF-UK
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