Posted on enero, 27 2020
A propósito del Día Mundial de la Educación Ambiental, te contamos la historia de Guillermo Carpio, un joven salvadoreño que llegó a Colombia para compartir un poderoso mensaje: todos podemos construir una historia diferente para nuestro planeta.
La crisis climática que enfrentamos ha impulsado a millones de jóvenes en todo el mundo a alzar su voz y a ser parte del cambio. Los programas de voluntariado relacionados con medio ambiente son un poderoso ejemplo de cómo las acciones colectivas pueden trazar un rumbo diferente a la pérdida y degradación de la naturaleza.
Este, precisamente es el objetivo de la iniciativa We4ThePlanet en la que 40 voluntarios
internacionales trabajan en seis ciudades del país para liderar procesos de educación que fomenten la Acción por el Clima. Guillermo Carpio, un joven salvadoreño que decidió ser voluntario en Colombia después de seguir durante meses los devastadores incendios de la Amazonia, es uno de ellos. “Ver tantos árboles en llamas me conmovió, mi propósito es dejar una semilla en, al menos, una persona en este país”, afirma el joven salvadoreño, quien a finales del 2019 decidió viajar a Popayán para vincularse al programa de liderazgo ambiental juvenil, ‘We4ThePlanet’, a cargo de AIESEC y WWF-Colombia.
“Todas las semanas visito la Fundación Hombres Nuevos y Mujeres Nuevas para trabajar con niños y adolescentes de comunidades migrantes, vulnerables y víctimas del conflicto”, explica Guillermo con orgullo sobre su labor en esta Fundación donde, actualmente, desarrolla un programa de educación no formal enfocado en cambio climático y manejo de residuos sólidos.
Para María López, directora de esta organización, es importante que los mismos jóvenes lideren procesos de educación ambiental entre ellos, pues, “son pares y tienen liderazgo para fomentar cambios… hay más influencia porque ven un ejemplo a seguir y no solo un discurso, como pasa con muchos adultos”.
Durante las seis semanas de voluntariado, Guillermo y sus compañeros voluntarios visitan a 35 niños y jóvenes que tienen entre 6 y 17 años, con quienes desarrollan cine foros, talleres, jornadas de limpieza y arte con residuos sólidos. En muchos de los casos, los niños tienen dificultad para seguir metodologías de trabajo, un desafío que los ha llevado a imaginar nuevas formas de enseñar sobre estos temas. “Debemos adaptarnos y tratar de pensar como un niño para que las actividades sean entretenidas y dinámicas para ellos”, explica Guillermo.
Parte del aprendizaje incluye la creación de productos reciclados, con lo que se quiere generar mayor conciencia y motivación para reducir el consumo de plásticos, pero también mostrarles que estos materiales pueden convertirse en una posibilidad de innovación o emprendimiento.
Sobre esta experiencia comenta que es gratificante ver que los niños y jóvenes tienen
muchísimo interés por la naturaleza. “Tienen muchas preguntas y siempre quieren quedarse a compartir sus ideas cuando terminan las jornadas de voluntariado. Por eso pienso que si, al menos, una persona es consciente de que la naturaleza es nuestro soporte vital, lograste contribuir con un granito de arena. Pasaste de criticar y estar con los brazos cruzados a tomar acciones”.
El voluntariado es una oportunidad para que los jóvenes conozcan otras culturas,
intercambien ideas y conocimientos, pero también una posibilidad para generar un impacto positivo que desencadene acciones diferentes. La primatóloga Jane Goodall lo resume mejor: la participación de los jóvenes es muy importantes para despertar respeto y empatía por la naturaleza.