Posted on febrero, 18 2016
Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que el río Magdalena era la gran arteria nacional. Una vía por la que transitaban las mercancías, los pasajeros, las comunicaciones, la cultura de buena parte del país. El incendio del vapor David Arango en 1961 en el puerto de Magangué, marca el final de esa etapa. Desde entonces, la idea de revivir el Magdalena está presente en casi todos los planes de desarrollo. Pero solo hacia finales del 2014 se firmó un contrato entre Cormagdalena y el Consorcio Navelena para recuperar la navegación en un trayecto de 650 kilómetros (un tercio del río), por un valor de 2.5 billones de pesos sobre 13 años.
El objetivo es restablecer la navegabilidad desde Honda, en el centro del país, hasta la costa Atlántica. Al igual que se hace con el río Misisipí o el Tennessee en los Estados Unidos, la navegabilidad del río Magdalena podría beneficiar la economía del país, por el abaratamiento del transporte al interior, y entre el centro y los dos grandes puertos del Caribe: Cartagena y Barranquilla.
Pero desde que se dio a conocer el proyecto, muchos colombianos se han preguntado si éste contempla los impactos sociales, culturales, ambientales y económicos que puede tener el dragado y la actividad náutica sobre la cuenca del Magdalena. El Foro Nacional Ambiental ha organizado más de cuatro foros para fomentar la discusión al respecto. Igualmente, publicó el libro ¿Para dónde va el río Magdalena? en el cual diversos autores como la profesora de la Universidad del Magdalena, Sandra Vilardy, ponen en evidencia las razones por las cuáles el proyecto de navegabilidad no es viable.
Los autores argumentan que la cuenca del Magdalena ya no tiene las condiciones de antes para ser navegable, principalmente a causa de las actividades agropecuarias y los asentamientos humanos. Estos autores sostienen que la deforestación en la cuenca asciende al 77%, la pesca ha caído en un 50% en los últimos 30 años, la sedimentación ha aumentado en 33% en la última década y la erosión alcanza un 78% del área total. Además, explican que a raíz del cambio climático los fenómenos de la Niña y el Niño son cada vez más extremos, con exceso de agua y exageradas sequías. Vale la pena preguntarle a los expertos ¿Cómo se podrá garantizar la navegación 24 horas al día, 365 días del año (como lo plantea el proyecto), con un clima cambiante y sin corregir el impacto de los fenómenos atmosféricos cada vez más frecuentes y con mayor intensidad?
Este es un tema que concierne a todos los colombianos, pues la cuenca del Magdalena es vital. Según Manuel Rodriguez Becerra, presidente del Foro Nacional Ambiental, esta no solamente cubre el 24% de la superficie del país, comprendiendo 19 departamentos y acogiendo a 32,5 millones de habitantes (el 80% de la población de Colombia), sino que también es la responsable del 80% del PIB, el 70% de la producción agrícola, el 70% de la energía hidráulica y el 95% de la termoelectricidad. Según Thomas Walschburger, coordinador de ciencias del Programa Andes Tropicales del Norte de The Nature Conservancy (TNC), la cuenca brilla por su ictiofauna pues posee 229 especies de las cuales 77% son endémicas de Colombia. La cuenca del río Magdalena es la columna vertebral de la economía colombiana y del bienestar social y ambiental del país.
Colombia está enfrentando un momento en donde el crecimiento económico y la responsabilidad ambiental son protagonistas en las discusiones del país. Si bien el proyecto de volver el río Magdalena navegable puede traer crecimiento económico nacional y regional, también enfrenta grandes retos ambientales que a la larga podrían ser perjudiciales para la vida del río yposteriormente para la navegabilidad en éste. A la larga, el crecimiento económico a costa de la degradación ambiental no es rentable para nadie. Lo cierto es que como argumenta Rodríguez Becerra hay que ver el río no solo como un canal hídrico sino como “la interacción de diferentes ambientes biológicos, geológicos y sociales”.
¿Qué hace WWF?
WWF trabaja con socios, comunidades, instituciones y empresas para proteger los ríos de Colombia. En la cuenca del río Nare, tributario del Magdalena, se adelanta un proceso de concertación para promover un uso responsable y sostenible del recurso hídrico, a través de los Diálogos por la Custodia del Agua, en alianza con Isagen, EPM y la Corporación Ambiental Cornare.
En la región Caribe, WWF facilitó la construcción e implementación de una Plataforma de Colaboración y Custodia del Agua que tiene por objeto garantizar el uso sostenible y equitativo del recurso hídrico para las cuencas de los ríos Frío y Sevilla, que nacen en la Sierra Nevada y desembocan en la Ciénaga Grande de Santa Marta. Este es un espacio de discusión y concertación que involucra tanto a actores públicos y privados como a representantes de diversos sectores productivos que tienen amplia incidencia en la región y están sufriendo afectaciones por los fuertes eventos climáticos.