¿Qué significa el nuevo decreto de productos forestales no maderables?

Posted on junio, 30 2021

Estos productos, sacados de distintas regiones y ecosistemas, han tomado fuerza en los últimos años por ser alternativas de desarrollo sostenible en zonas donde, por varias décadas, ha habido procesos extractivos con impactos negativos sobre la naturaleza. Hoy, un nuevo decreto regula su uso. ¿De qué se trata?
Imagínese que tiene un árbol de damagua (Poulsenia armata) en el patio de su casa y quiere usarlo para extraer fibras vegetales que, a su vez, le servirán para elaborar un tejido que pueda comercializar. Sin embargo, se da cuenta de que esto no es posible sin antes adquirir un permiso de la autoridad ambiental local, así que acude a esta para tramitarlo. Al hacerlo, se da cuenta de que no puede obtenerlo porque la autoridad no cuenta con la resolución que la faculta para otorgar permisos de uso de productos forestales no maderables, a pesar de ser la institución delegada por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS) para tal fin. ¿Qué hace a continuación?

Escenarios como este, dice Felipe Barney, oficial de acceso a mercado de WWF Colombia, podían presentarse con frecuencia antes de la entrada en marcha del decreto 690 de 2021 para el manejo sostenible de la flora silvestre y los productos forestales no maderables, que acaba de ser aprobado, luego de un proceso de tres años en el que distintas instituciones, entre ellas WWF, MADS, Partnerships for Forests, Universidad Franciso José de Caldas y la Unión Europea, trabajaron de mano de las comunidades que hacen uso de estos productos para resolver los vacíos que el decreto anterior tenía.

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Estos vacíos, explica Barney, se empezaron a identificar en 2017, cuando WWF ejecutaba el proyecto GEF de Biodiversidad y Minería, que tenía el propósito de fortalecer empresas comunitarias de conservación para generar nuevas fuentes de ingresos y promover alternativas de uso sostenible de la biodiversidad. “Entre las iniciativas que apoyamos, había tres con una oferta basada en estos productos, y junto a ellas identificamos que mientras los maderables tenían un marco legal claro para el aprovechamiento, los no maderables no tenían esta orientación”.

Entre las cosas que hacían falta, estaba el hecho de que las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR) contaran con lineamientos estandarizados para emitir sus resoluciones y, de esa manera, pudieran otorgar los permisos de aprovechamiento de no maderables. Por lo tanto, muchas de las personas que requerían de este trámite para operar comercialmente, terminaban haciendo un aprovechamiento ilegal de recursos no maderables, como flores, frutos, semillas, raíces, hojas, cortezas y resinas.

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De hecho, para ese entonces, solo cinco de las 33 CAR del país podían expedir permisos; un número que empezó a incrementarse en la medida en la que las distintas organizaciones que promovían el cambio en el decreto, hacían talleres y encuentros, tanto con las comunidades como con estas corporaciones. “Hoy, uno de los grandes aportes del nuevo decreto es que brinda orientación técnica para que todas las Corporaciones tengan la resolución bajo el mismo marco orientador”.

Otro de los aportes del nuevo decreto es la homologación de las unidades de medida (como costales y latas) que utilizan quienes hacen el aprovechamiento de estos productos en el país, a aquellas que la normativa internacional exige, en este caso kilogramos. Esto implicó entender qué medidas se usaban por región y producto para luego hallar su equivalencia en kilogramos.

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“Eso que parece una cosa tan sencilla, llevada a una realidad como la región del Chocó biogeográfico, donde los 35 productos forestales no maderables con potencial de aprovechamiento comercial que identificamos, tenían unidades de medida diferentes, fue muy complejo. Este trabajo se traduce en que las CAR podrán ir homologando medidas con mayor facilidad y reportando qué es lo que está saliendo de cada territorio”.

Por otro lado, el decreto también contribuye a disminuir los costos que los productores debían cubrir para acceder al permiso por parte de las CAR. “Este les da caminos a la CAR para buscar alternativas, en alianza con las comunidades, para que los costos no se vuelvan una barrera de acceso, pues esa era una incongruencia que limita el acceso, sobre todo para microempresas”.


Recursos no maderables, un potencial por explorar


Según el informe “Productos forestales no maderales en Colombia: consideraciones para su desarrollo”, del MADS y la Unión Europea, esos productos permitieron, desde principios de la década de 1970, dar otro enfoque al uso de los bosques y a las formas de obtener beneficios de estos, y luego, desde la década de 1990, se convirtieron en una alternativa frente a la deforestación y las actividades relacionadas con la conversión de las tierras.

Pero, ¿qué son exactamente los productos forestales no maderables? Según el MADS, son aquellos que se obtienen mediante el aprovechamiento sostenible de la flora, pero que no provienen de la madera. Estos pueden ser: exudados (resinas, aceites, oleorresinas, utilizados para alimentación, productos farmacéuticos o industriales), estructuras vegetativas (tallos, hojas, raíces, yemas apicales) y partes reproductivas (nueces, frutos, aceites de semillas y semillas), entre otros.

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Sobre la relevancia de los productos forestales no maderables, la FAO estima que aportan alimentos, ingresos y diversidad nutricional a una de cada cinco personas en todo el mundo, en especial a mujeres, niños, agricultores sin tierras y otras personas en situación de vulnerabilidad. Además, cerca del 20% de los ingresos de los hogares rurales en países en desarrollo son obtenidos de los bosques y árboles, bien sea a través de ingresos monetarios o satisfaciendo las necesidades de subsistencia.

La FAO también calcula que los ingresos derivados de los productos forestales no maderables en el mundo son de 88.000 millones de dólares; una cifra que en la realidad podría ser superior teniendo en cuenta que en muchos países no se llevan registros ni estadísticas de los ingresos por estos productos. En Colombia, dice Barney, es indudable el papel protagónico de la biodiversidad en la economía: genera cerca de 21.000 empleos en sectores como la agricultura, la pesca y el turismo dependen de la gestión eficaz y la sostenibilidad de ecosistemas saludables.

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Y específicamente en la gestión de los productos forestales no maderables, esta “representa un beneficio para las economías locales, la conservación de los ecosistemas y la calidad de vida de las comunidades. Además, responde a una tendencia actual que hay en el mundo de encontrar materias primas que no tengan impactos ambientales en su producción y su uso, y a una demanda que están haciendo los consumidores para impactar de manera positiva el medio ambiente y el bienestar social”.

Añade que en los últimos años se ha incrementado el uso de productos forestales no maderables provenientes de ecosistemas diversos como el bosque seco, bosque húmedo, bosque andino, páramo y humedal, para el desarrollo de productos en industrias como la alimentaria, la farmacéutica y la cosmética. Es así como han tomado fuerza productos como el asaí (Euterpe precatoria), el cacai (caryodendron orinocense) y el camú camú (Myrciaria dubia).

Sin embargo, “aún hace falta investigación y desarrollo a partir de estos recursos. Hasta ahora solo hay más de 100 productos identificados y sobre los que se está trabajando, pero esto podría crecer muchísimo más, sobre todo si se valora el conocimiento ancestral y comunitario alrededor del uso de los productos no maderables”, concluye Barney.
El árbol del pan (Artocarpus altilis) es un cultivo básico de la región Pacífico. Comienza a dar frutos aproximadamente después de seis años y se mantiene productivo por más de 50 años.
© Mabel Gisela Torres
El almirajó (Patinoa almirajo) es una especie endémica del Chocó, Colombia. Produce una fruta con grandes propiedades alimenticias.
© Mabel Gisela Torres
La chunga o guérregue (Astrocaryum standleyanum) es una palma que se distribuye desde el sudeste de Costa Rica hasta el noreste de Ecuador. En las tierras bajas del Pacífico, en Colombia, está desde el Chocó y Antioquia, hasta Nariño.
© Mabel Gisela Torres
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