Especial Mujeres en la Conservación

Ellas representan cinco liderazgos únicos en nuestras regiones

Salomé, Janeth, Everildys, Ruth y Yineth son los rostros de esta serie de historias de conservación en las que su rol como líderesas, compañeras y colegas, se ve representado en el cuidado de sus territorios, en la preservación de su cultura y en la motivación por vivir cada día en armonía con los recursos naturales que las rodean. 

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Janeth: cuidadora de semillas, el bosque y el agua de la Sierra Nevada de Santa Marta

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Desde 2021, ha dedicado su trabajo a la recolección, propagación y cuidado de especies nativas.


El liderazgo de Janeth es un reflejo del papel transformador de las mujeres en la protección del medioambiente. Foto: Natalia Moreno / WWF Colombia

En las montañas de la Sierra Nevada de Santa Marta, Janeth Canchano ha asumido un rol clave en la restauración ecológica. Desde hace más de tres años, se ha encargado de recolectar semillas de especies nativas, propagarlas con esmero y cuidar sus plántulas hasta que alcanzan entre 40 y 60 centímetros, momento en el que están listas para ser sembradas en las áreas de restauración. Su labor es parte esencial de un esfuerzo colectivo que busca devolver la vida a los paisajes degradados y garantizar la permanencia de los bosques y el agua en el territorio.

Como mujer, Janeth no solo cuida el bosque, sino que también fortalece el tejido social y comunitario a través de la transmisión de conocimientos. Ella es un ejemplo de la importancia de la participación femenina en la conservación del medioambiente y del papel fundamental que desempeñan en la gestión sostenible de los recursos naturales.

"Siempre he tenido esa semilla de cuidar el medioambiente, pero no tenía el conocimiento ni la práctica que tengo hoy en día. Estos aprendizajes los he podido replicar en mi familia y en la comunidad", comenta Janeth, quien ha convertido su labor en una oportunidad para compartir saberes y fortalecer el compromiso ambiental entre quienes la rodean.

El vivero manejado por Janeth ha propagado más de 8.000 árboles, utilizados en la restauración de 76 hectáreas. Su labor ha sido clave en la recuperación de quebradas tributarias del rio frío y en la consolidación del vínculo entre la comunidad y su territorio.

El liderazgo de Janeth es un reflejo del papel transformador de las mujeres en la protección del medioambiente. Su historia resalta la importancia de visibilizar y apoyar el trabajo de tantas mujeres que, como ella, siembran vida, restauran ecosistemas y defienden el futuro del planeta.1

1 Este trabajo de restauración se lleva a cabo en las microcuencas Guandusaca y Palmichal, en la Sierra Nevada de Santa Marta, bajo la Plataforma de Custodia del Agua. Gracias a la alianza entre Unibán Fundación, Fundeban, Fundación Agrovid, Asoriofrío y WWF, con la Corporación Paisajes Rurales como aliada en la implementación, seguimos avanzando de la mano de las comunidades locales en la recuperación de estos ecosistemas vitales.

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'Chachita': sabedora del turismo y la conservación

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Ruth Martínez o 'Chachita', fundó el grupo 'Mujeres Conservando Vida', dedicado a preservar los recursos naturales.


'Chachita' fundó el grupo Mujeres Conservando Vida, dedicado a preservar los recursos naturales que brindan bienestar, seguridad económica y sustento a la región. Foto: Andrés Riveros / WWF Colombia

Los sabedores de Panguí, en Nuquí (Chocó), cuentan que este pueblo nació hace más de 250 años con una pequeña choza. Dicen también que aquella vivienda atrajo a familias como los Valencia, Villalba, González, Pretel, Martínez, Angulo, Pándales y Perea. 

Con el tiempo, allí se estableció una comunidad ejemplar que enfrentó eventos que marcaron su historia. En los años 70 y 90, las crecientes del río Panguí provocaron avalanchas que arrasaron el pueblo junto con sus cultivos, animales y viviendas. Los sabedores aseguran que aún pueden verse las huellas de la fuerza de la naturaleza. 

Fue en Panguí donde creció Ruth Martínez, o 'Chachita', como la conocen en todo Nuquí. Una de esas mujeres que saben, que cuentan la historia de su territorio y que lo protegen. Porque aquí comenzó también su legado: aquí construyó su posada ecoturística y fundó el grupo Mujeres Conservando Vida, dedicado a preservar los recursos naturales que brindan bienestar, seguridad económica y sustento a la región. Una labor que comparte con el Consejo Comunitario Local de Panguí y el Consejo Comunitario General Los Riscales. 

Aunque Chachita estudió licenciatura en básica primaria y trabajó en clínicas, empresas de energía y entidades públicas, siempre supo que su vida necesitaba otra motivación. Ella misma afirma: "Siempre llevaba por dentro el deseo de superación, de quererme superar en la vida". Por eso, después de la pandemia, empezó a soñar con un turismo diferente. "El turismo no puede ser solo una actividad económica, sino que debe tener dimensiones de protección tanto social como ambiental y económica", dice cuando reflexiona sobre los motivos que la llevaron a trabajar con su posada familiar e iniciar el proceso de recuperación de los manglares de la zona. 

Su compromiso con la conservación tomó más fuerza con el grupo de mujeres que lidera. Con una profunda preocupación por el medio ambiente y las especies típicas de la región, comenzaron su historia con procesos de concienciación sobre la importancia de la tortuga carey para la comunidad de Panguí.

Luego, emprendieron la limpieza de los manglares, que estaban completamente deteriorados. Tras esta acción clave y con una zona de manglares libre de residuos sólidos, crearon una experiencia de conservación en la que enseñan a los turistas la importancia de este ecosistema e invitan a cada visitante a sembrar una planta de mangle como símbolo de compromiso con la naturaleza. 

 

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Yineth: guardiana del territorio y la memoria de su pueblo

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Una joven de ascendencia Puinave, desde su rol como capitana y monitora pesquera, reafirma la importancia de preservar los ecosistemas.


Más allá de la observación, su labor ha transformado su entorno. Convenció a su padre, su tío y su esposo de la importancia del monitoreo, logrando que le trajeran las capturas para medirlas y pesarlas. Ahora, incluso la llaman cuando hay pesca para que ella misma realice el registro. ​Foto: Christian Pimiento / WWF Colombia

En la Estrella Fluvial Inírida, ese gigante complejo de humedales ubicado entre Guanía y Vichada, en la Amazonia colombiana, y en donde la selva resguarda saberes ancestrales, emerge la historia de Yineth Sandoval, una joven de ascendencia Puinave. Su voz es un ejemplo de determinación que se alza con fuerza para dirigir a su comunidad ante los constantes retos que enfrentan. Desde su rol como capitana y monitora pesquera, ha tejido un camino de liderazgo, superando barreras y reafirmando la importancia de preservar los ecosistemas y la memoria colectiva de su pueblo. 

Un camino de aprendizaje y liderazgo 

En las tierras donde la Orinoquía cede paso a la Amazonia, Yineth, de 26 años, ha construido un legado de conocimiento y resistencia. Miembro de la comunidad de Santa Rosa, en el municipio de Inírida, su historia está marcada por la curiosidad y un deseo inquebrantable de aportar al bienestar de su pueblo. 

“Recuerdo que hace diez años vi los primeros talleres de la Estrella Fluvial Inírida en mi comunidad y pude participar. Nos enseñaban sobre derechos, sobre la Constitución, sobre la importancia de hablar en público. Nos pedían pararnos, mover las manos, repetir mil veces si era necesario”, rememora. Aunque la timidez la acompañó en sus inicios, con el tiempo venció el miedo y encontró más seguridad a la hora de expresarse.



En 2016 tuvo su primer acercamiento al monitoreo pesquero, comprendiendo la vitalidad de los ríos que han sustentado a su comunidad por generaciones. Aunque su participación se vio interrumpida por decisiones comunitarias, en 2023 retomó con fuerza el proceso, reafirmando su compromiso con el cuidado de los peces y el entendimiento de los cambios en los ecosistemas acuáticos. “El bocón, por ejemplo, este año no apareció”, reflexiona, evidenciando cómo el monitoreo se ha convertido en una herramienta esencial para comprender la disminución de especies. 

Este año, gracias a su interés por la comunidad y su deseo de aprender y fortalecerse, asumió el papel de capitana. Este liderazgo ha sido un reto, pero también una oportunidad para crecer. Ser mujer en un rol tradicionalmente ocupado por hombres implica desafíos adicionales: conseguir recursos, movilizarse en las noches y participar en espacios de decisión. Mientras los hombres salen a pescar al amanecer y venden su captura para costear sus traslados, Yineth ha tenido que buscar formas alternativas de gestionar su participación. 

Más allá de la observación, su labor ha transformado su entorno. Convenció a su padre, su tío y su esposo de la importancia del monitoreo, logrando que le trajeran las capturas para medirlas y pesarlas. Ahora, incluso la llaman cuando hay pesca para que ella misma realice el registro. 

Pero su vocación va más allá de la conservación: ha encontrado en la comunicación una herramienta poderosa para el cambio. Desde 2023 ha participado en espacios de formación en comunicación y aunque al inicio pocos atendían sus convocatorias, su constancia logró despertar el interés de la comunidad. También enseña a los jóvenes a manejar la cámara del celular, asegurando que el conocimiento y la memoria del territorio perduren. 

Yineth Sandoval hoy no solo es una líder en su comunidad, sino una voz que resuena con fuerza en la defensa del territorio y la cultura. “Me gustaría que me recordaran por mi forma de ser, por mi discurso, porque me gusta aprender y busco la manera de salir adelante”, dice con determinación. Su historia es testimonio de que, en medio de los desafíos, la perseverancia y el amor por la comunidad pueden abrir nuevos caminos de esperanza. 

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Everildys: una conexión entre las raíces afro y el cuidado de la tortuga

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Para ella, la conservación es más que una tarea: es un acto de resistencia y un compromiso con el futuro.


Su liderazgo ha inspirado a nuevas generaciones a reconocer la riqueza de su territorio y a defenderlo con orgullo. Foto: Fílmico Colombia.

En Playona, una extensa playa en el sur de Acandí, un municipio colombiano fronterizo con Panamá y ubicado en el extremo norte del Chocó, la comunidad ha forjado un camino de protección del territorio y sus tradiciones.

En estas costas, las tortugas caná, las más grandes del mundo, encuentran un refugio seguro para desovar. Su supervivencia ha sido una causa compartida por los habitantes, quienes, organizados a través del Consejo Comunitario de Comunidades Negras de la Cuenca del Río Tolo y Zona Costera Sur – Cocomasur, han liderado procesos de monitoreo y conservación junto a Parques Nacionales Naturales de Colombia y otros dos consejos comunitarios: Cocomanorte y Cocomaseco, en el Santuario de Fauna Acandí, Playón y Playona. 

Everildys Córdoba Borja, lideresa de Cocomasur, ha sido una pieza clave en esta lucha. Desde 2002, ha trabajado en la defensa del territorio y el fortalecimiento de la identidad cultural del pueblo negro, impulsando iniciativas de conservación que integran a la comunidad. El monitoreo comunitario de las tortugas es uno de esos esfuerzos, un proceso que ha sumado cada vez más guardianes y voluntarios comprometidos con la naturaleza. 

Gracias a la persistencia de la comunidad, la protección del área se ha fortalecido, y hoy el Santuario de Fauna Acandí, Playón y Playona protege más de 100.000 hectáreas. Este avance ha permitido resguardar no solo a las tortugas caná y carey, sino también los ecosistemas costeros fundamentales para la biodiversidad y el bienestar de las comunidades que habitan y protegen este territorio. 

La tarea no es sencilla. Desde finales de enero, los equipos de monitoreo limpian las playas para que las tortugas encuentren un espacio adecuado para anidar. Cuando llega la temporada de desove, los equipos técnicos recorren la playa durante toda la noche con linternas de luz roja, registrando datos clave sobre cada tortuga y trasladando los huevos a viveros protegidos para aumentar su tasa de supervivencia. Cada nido es vigilado con atención, pues los depredadores naturales y la actividad humana representan amenazas constantes. 

Para Everildys y su comunidad, la conservación es más que una tarea: es un acto de resistencia y un compromiso con el futuro. “La naturaleza no nos pertenece; nosotros pertenecemos a la naturaleza, por lo tanto, hay que cuidarla”, ha repetido en múltiples escenarios. Su liderazgo ha inspirado a nuevas generaciones a reconocer la riqueza de su territorio y a defenderlo con orgullo. 

Hoy, la comunidad de Acandí continúa escribiendo su historia, en la que cultura, identidad y biodiversidad van de la mano en la construcción de un futuro sostenible.

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Salomé, una protectora del río mejor conservado de Colombia

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Salomé Cuevas documenta la biodiversidad del río Bita y trabaja con científicos y su comunidad para preservar este ecosistema.


Para Salomé, "el río Bita no es solo nuestro, es un tesoro que beneficia a todo el planeta". Foto: Tatiana Rodríguez / WWF Colombia

El río Bita, en el departamento del Vichada, es un referente de salud ecológica en Colombia y desde hace un año, nueve familias participan en un monitoreo pesquero comunitario, una iniciativa que acompaña WWF a través del proyecto GEF Orinoquia, que ha involucrado a hombres, mujeres y jóvenes en la conservación del río y sus peces.

Entre ellas está Salomé Cuevas, de 17 años, quien documenta la biodiversidad de este río -que tiene con 598 kilómetros de longitud, desemboca en el río Orinoco en Puerto Carreño y cuenta con una cuenca de más de 824,000 hectáreas- y trabaja con científicos y su comunidad para preservar este ecosistema.

“En el monitoreo participamos mi papá y yo. Él sabe muy bien los puntos estratégicos para pescar, y yo me encargo de tomar datos, muestras y fotografías. Toda esa información la subo a un 'drive' que compartimos con el biólogo encargado. Los tres hacemos un gran equipo, aprendemos juntos y hacemos cosas increíbles por nuestro río”, dice Salomé. 

Este proceso ha convertido a los monitores comunitarios en investigadores locales, quienes recolectan datos clave para la gestión del río. Gracias a procesos como este y la información que generan, la AUNAP, con el apoyo de WWF, expidió en 2022 dos resoluciones que regulan la veda de pesca en la Orinoquia y las artes de pesca permitidas, promoviendo un uso sostenible de los recursos. Estos nuevos datos continúan apoyando una mejor toma de decisiones sobre los ríos y humedales y sus especies.  

Recientemente, las familias monitoras junto con otras organizaciones locales firmaron el Acuerdo Intergeneracional por la Conservación del sitio Ramsar* Río Bita, reafirmando su compromiso con la conservación y la producción sostenible. "El río Bita no es solo nuestro, es un tesoro que beneficia a todo el planeta", afirma Salomé. 

*En 2018, fue designado sitio Ramsar, convirtiéndose en el humedal de importancia internacional más grande del país. Más de 300 familias dependen de este río, no solo como fuente de agua y alimento, sino como parte de su identidad.

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