Nieves no perpetuas

Posted on febrero, 16 2018

En 1974, con Marcelo Arbeláez, alcancé mi primera cumbre: el nevado del Tolima. Fueron más de seis horas de ascenso desde el inicio del glaciar, que encontramos a 4.650 metros, hasta su punto más alto, a 5.150 metros de elevación. Informe Colombia Viva
Columna escrita por Juan Pablo Ruíz Soto, montañista colombiano y miembro del consejo asesor de WWF-Colombia*

*Artículo publicado originalmente en la Revista WWF-Colombia: una herencia para el mundo. Edición número 01



En 1974, con Marcelo Arbeláez, alcancé mi primera cumbre: el nevado del Tolima. Fueron más de seis horas de ascenso desde el inicio del glaciar, que encontramos a 4.650 metros, hasta su punto más alto, a 5.150 metros de elevación. En el colegio habíamos aprendido que estas eran ‘nieves perpetuas’. Pero no lo son y para la  nuestra este nevado, que está a punto de desaparecer y ahora su glaciar inicia a solo 100 metros de la cumbre.

Un año después visitamos la Sierra Nevada del Cocuy. En su costado sur, una caminata de más de tres horas sobre un glaciar plano y profundo nos dio acceso al Púlpito del Diablo. Hoy es posible llegar a este lugar sin si quiera tocar el hielo. Erwin Kraus —el primero en ascender muchos de nuestros picos— dibujó un mapa en 1945 según el cual el glaciar iniciaba a 4.400 m.s.n.m. Sostenía que una pared de hielo llegaba a la Laguna de los Témpanos y cuando él la visitó en 1942 y 1946, sobre sus aguas flotaban bloques de hielo que navegaban por años en sus gélidas aguas.

Hoy para tocar el agua congelada es necesario caminar tres o cuatro horas ascendiendo en  dirección al pico Cóncavo. En los tiempos de Kraus, la franja occidental de la Sierra estaba conectada por un único y extenso glaciar. Actualmente, son solo manchas glaciares las que cubren parte de los picos más altos.Los pequeños ya han perdido su vestido blanco.

La destrucción del ecosistema de páramo y de bosque nublado en Colombia ha sido muy  celerada. El Informe Colombia Viva de WWF-Colombia acuña información producida por el Instituto Humboldt (2015), según la cual para el año 2000 un 33 por ciento del páramo había sido transformado. Así mismo, dice que, entre 1985 y 2005, la tasa anual de pérdida del ecosistema alcanzó un 17 por ciento. Por otro lado, según un reporte del IDEAM de 2015, las superficies glaciares más importantes disminuyeron en un 57 por ciento, entre 1980 y 2010.  Y el dato más impactante: para 2032, los glaciares tropicales habrán desaparecido en Colombia.

Entre 1987 y 1997, ascendimos con Cristóbal Von Rothkirch las 64 cimas principales del país y pudimos observar que el glaciar mejor conservado está en el Nevado del Huila. La razón aparente es que su entorno de bosque nublado y páramo húmedo estaba excepcionalmente bien  conservado.

Si bien la disminución de los glaciares obedece al cambio climático global, me pregunto: ¿las condiciones de los ecosistemas que rodean los glaciares inciden en su dinámica de contracción? ¿Al destruirse estos ecosistemas circundantes se genera un fenómeno de calentamiento local? ¿El deterioro de los ecosistemas hace que se pierda humedad y esto afecta el recargue hídrico de los glaciares?

Si las respuestas son afirmativas, debemos pasar de ser observadores a gestores del paisaje. Conservemos el entorno del Nevado del Huila y recuperemos el de los demás picos altos de Colombia. Demos a nuestros nietos la posibilidad de encadenar bosque nublado, páramo, superpáramo y glaciares tropicales.

Artículo publicado originalmente en la Revista WWF-Colombia: una herencia para el mundo. Edición número 01
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Juan Pablo Ruíz Soto, montañista colombiano y miembro del consejo asesor de WWF-Colombia
© Cortesía Juan Pablo Ruíz Soto
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