Posted on noviembre, 05 2024
Y es que, en ese año, los departamentos de Cauca y Nariño sufrirían uno de los desastres más devastadores de su historia reciente. Ese 21 de noviembre, en horas de la madrugada, un sismo de magnitud 8.1 ocurrió a 23 metros de profundidad en la región oceánica. Las olas, que alcanzaron una altitud de hasta tres metros, no solo afectaron a las viviendas y a las personas, sino también a los medios de vida de los que estas poblaciones costeras dependen para su supervivencia.
Este fenómeno natural también tuvo repercusiones en otros territorios, que tuvieron que ser reubicados por las autoridades gubernamentales del momento. Un ejemplo de esto fue lo que sucedió en Bocagrande, Tumaco, en donde los estragos de las olas afectaron permanentemente los lugares de vivienda de sus habitantes.
Segundo Baldomero Jiménez, ex-habitante de este espacio, nos cuenta esta experiencia: “No, pues imagínese, mi papá todo asustado... ¿Nosotros ahora pa’ dónde cogemos? Ya estamos aquí y aquí no tenemos nada, porque todo se tenía allá. La familia también pensaba en migrar hacia otras partes. Pero, pues, ya se recibieron ayudas gubernamentales y estuvimos un tiempo así: invadimos esta parte de aquí donde estamos, porque la utilizamos como refugio y ya luego, el gobierno de Belisario Betancur ya hizo las casas, nos entregaron las casas y pues, ya desde ahí estamos acá”.
Los efectos de este movimiento telúrico también se sintieron en San Andrés de Tumaco, una de las ciudades que quedó más marcada por las historias de vida de quienes perdieron partes de su patrimonio y que tuvieron que organizarse para reconstruir sobre las ruinas. Eso mismo le pasó a Juan Ursino Aragón que, aunque estaba pescando en una región más alta, tuvo que observar con sus propios ojos la forma en la que las ganas de seguir adelante de las tumaqueñas y tumaqueños revivieron el territorio: “Empezamos ya a reconstruir... el Hotel en el que más muertos hubo ya no se pudo reconstruir más y ya, como se pudo, ya la gente fue reconstruyendo su vivienda y se fue haciendo, pero fue al tiempo. Eso se demoró mucho tiempo, porque el dolor de la gente, imagínese. La gente no se hallaba... pa’ un lado y pa’l otro, ya no sabía para dónde iban...”
El papel de los manglares en la reconstrucción y la prevención
Luego de los procesos de reconstrucción de Tumaco y las veredas como Bajito Vaquería o Colombia Grande y Nuevo Papayal, los habitantes y las entidades estatales presentes en el territorio empezaron a darse cuenta de que era cada vez más necesario contar con protocolos y medidas de prevención como rutas de evacuación, estudios de corrientes y del clima y, además, capacitaciones recurrentes, entre otras.
De la misma forma, pudieron ver, con su experiencia, la importancia de los recursos naturales que se dan en las costas para contrarrestar los efectos de esta clase de fenómenos: la riqueza de la piangua y peces, luego de la estabilización de las aguas, pueden volver a traer recursos a las familias y los manglares se establecen, nuevamente, como barreras naturales que minimizan los efectos de las olas. Por ejemplo, María Garmenia Portocarrero nos cuenta el papel que jugaron los árboles de mangle nato, característicos de la zona, el día del tsunami: "Nos acostamos y, por ahí, a medianoche oímos unas olas que subían y bajaban y un ventarrón que caían palos al suelo. Entonces, ahí sentimos nosotros fue la casita, el ranchito, nos elevó y nos sacó del rancho. Entonces, nosotros acabamos de amanecer en un palo grande de nato, ahí acabamos de amanecer."
María Garmenia Portocarrero en la vereda de Colombia Grande. Foto: Andrés Riveros / WWF Colombia
"Los manglares sí, en un tiempo los estaban destruyendo. Entonces, la gente ahora está sembrando el mangle para reponer lo que se ha destruido y que haya más”, cuenta también Uber Sinisterra, que luego del hecho también se dio cuenta de que los habitantes de estos territorios valoraban más la protección que generan esta clase de bosques.
Uber Sinisterra. Foto: Andrés Riveros / WWF Colombia
El trabajo que adelantamos para la prevención: Manglares para la Comunidad y el Clima
Como ya te contamos en notas anteriores, para WWF Colombia es muy importante seguir conservando y restaurando los manglares que se dan en esta región. Y no solo porque sepamos que son guarderías de peces, crustáceos y moluscos; sino también porque son soluciones basadas en la naturaleza que pueden ayudar a las y los habitantes de estas zonas para que no tengan que vivir de la misma manera la repetición de un fenómeno de estas características. Por eso, en el marco del Proyecto Manglares para la Comunidad y el Clima trabajamos de la mano de entidades como la Dirección General Marítima - DIMAR para la correcta administración de alertas tempranas en caso de amenazas como tsunamis y la gestión del riesgo en Tumaco y Cabo Manglares.
Para este proyecto en particular, esta entidad también busca evaluar la amenaza por tsunami en la zona del sur de Tumaco, que corresponde al Distrito Nacional de Manejo Integrado Cabo Manglares, con la implementación de acciones para mitigar los efectos de estos fenómenos naturales como, por ejemplo, un sistema de alertas tempranas y una estrategia de comunicación que se centra en dar información a las comunidades y pueblos para que sepan cómo reaccionar ante eventos de este tipo.
Recordar, entonces, estos lamentables sucesos y las historias que enmarcan sus consecuencias es muy importante en un día como hoy, 5 de noviembre, Día Mundial de la Concienciación sobre los Tsunamis porque, aunque pueda resultar algo triste y difícil, es necesario volver sobre nuestros pasos, nuestros errores y nuestras experiencias para aprender a hacerlo de nuevo y, sobre todo, a hacerlo mejor.