¿Mito o realidad? Lo que no sabes y supones que es la Orinoquia

Posted on abril, 25 2024

Se ha ignorando su riqueza natural y cultural y el protagonismo que tiene en la vida de los colombianos. Conoce algunas creencias sobre la Orinoquia y descubre por qué no son ciertas.
Generalmente, para los colombianos, la Orinoquia (o cuenca del río Orinoco) se refiere a los Llanos Orientales, y para el resto del país se puede percibir como región como ‘remota’ o ‘alejada’, incluso ‘desconocida’. De hecho, existen algunas creencias generalizadas sobre ella que refuerzan estas ideas.  

Sin embargo, la Orinoquia está más relacionada con los colombianos de lo que imaginamos. Pero solo conocerla nos permitirá entender su valor y los retos para conservarla. Aquí te contamos cuatro de esas creencias, por qué no son ciertas y otros datos que son más que razones para amar esta región inmensa.   

'La Orinoquia comienza en Villavicencio'

La capital del departamento del Meta se considera “la puerta al Llano”.  Y es que, popularmente, se cree que la Orinoquia comienza en el piedemonte (la parte más baja de la montaña que se conecta con las zonas planas). No obstante, la Orinoquia corresponde a la cuenca del río Orinoco, el tercero más caudaloso del planeta y que la compartimos con Venezuela (que tiene el 65 % de su extensión).



Las dinámicas propias del ciclo del agua nos muestran cómo, en Colombia, la Orinoquia inicia en los páramos de la cordillera Oriental que drenan sus aguas hacia las zonas bajas. Allí se encuentran, por ejemplo, áreas protegidas como los parques nacionales naturales de Sumapaz, El Cocuy y Chingaza. De este último, sus humedales son uno de los doce sitios Ramsar designados por el país y surten de agua a Bogotá y municipios aledaños para su uso doméstico e industrial. Así que no es una exageración decir que la Orinoquia empieza detrás de Monserrate y el agua que se usa a diario en la capital colombiana proviene de esta región. 

'La Orinoquia son solo los llanos'

Derivada un poco de la creencia anterior, existe otra: la Orinoquia suele asociarse casi exclusivamente con la llanura –su ecosistema predominante y biodiverso–. Pero, en realidad, esta región abarca páramos y bosques andinos, piedemonte, sabanas de altillanura y sabanas inundables, así como selvas de transición hacia la Amazonia. Y es que los expertos hablan de, al menos, 156 tipos diferentes de ecosistemas, donde el 35% de las especies son endémicas (solo se encuentran allí).  

Tal riqueza surge del encuentro de tres grandes formaciones geológicas, biológicas y ecosistémicas: la cordillera de los Andes (las montañas más jóvenes), los llanos (o “megacuenca de sedimentación”) y el Escudo Guayanés (de las elevaciones más antiguas del planeta). El encuentro de estas tres formaciones en la Orinoquia también permite su conectividad y transiciones hacia los Andes y la Amazonia. 



Además, los ecosistemas de la Orinoquia prestan importantes servicios como el agua. En total, esta región comprende el 48% de los humedales continentales del país y más del 32% de sus reservas de agua. Por si fuera poco, sus suelos y vegetación son claves para la captura y almacenamiento de carbono, así como para la producción de alimentos, especialmente consumidos en el centro del país.  

En la región no solo se desarrolla la agricultura familiar, sino importantes actividades productivas y sectoriales. Cuenta con el 20% del inventario nacional de ganado vacuno (ganadería), más del 44% de la producción de palma de aceite y más de 227.000 hectáreas sembradas de arroz. El Vichada produce el 78% del marañón a nivel nacional y, en 2020, Arauca se posicionó como el tercer productor de cacao en Colombia. Para el mismo año, la Orinoquia ostentaba el 31% del área de plantaciones forestales del país. Además, en sus áreas se desarrollan actividades extractivas, principalmente petróleo y minería. 

'Las sabanas son ecosistemas mal drenados e improductivos'

Esta creencia ha sido de las más perjudiciales para la conservación y uso sostenible de esta región.  Históricamente, las sabanas de la Orinoquia han sido subvaloradas y existen aún retos para que se reconozca su gran biodiversidad y sus dinámicas hídricas, así como su riqueza sociocultural (campesinos, llaneros, pueblos indígenas y comunidades afrodescendientes). 

La biodiversidad en esta región representa un gran potencial para su desarrollo, ya que ofrece oportunidades de combinar la producción con la conservación. Este es el caso de la ganadería tradicional en sabanas inundables que, contrario a lo que podría pensarse, ha sido protagonista en el mantenimiento de estos ecosistemas, y en su conservación está la clave del desarrollo de la Orinoquia.  



Además de ello, se perfilan otras actividades económicas para la Orinoquia. Por ejemplo, el 90% de los peces ornamentales que exporta Colombia vienen de dos grandes centros de acopio de la región: Inírida (Guainía) y Puerto Carreño (Vichada), que van a dar a acuarios del sudeste asiático, Estados Unidos y Europa. Solo en 2015, este negocio representó divisas por $8 millones de dólares. Y aunque es necesario mayor implementación de las regulaciones y monitoreo, lo cierto es que las sabanas y humedales de la Orinoquia son escenarios perfectos para la piscicultura natural, donde no se requiere de grandes inversiones.  

El desarrollo de actividades como estas muestra alternativas frente a la principal causa de pérdida de biodiversidad en la región: el cambio en el uso de la tierra, por deforestación y conversión (transformación de ecosistemas). La primera está asociada a la pérdida de bosques; la segunda, se refiere especialmente al caso de las sabanas naturales y humedales, cuyas dinámicas se alteran también por la expansión de la frontera agrícola y las prácticas insostenibles. Los ecosistemas naturales de la Orinoquia se vienen transformando a una tasa alarmante de ¡200.000 hectáreas por año!, convirtiéndose en cultivos con sistemas productivos y/o extractivos. 

'La ganadería es perjudicial para la conservación'

Esta región ofrece oportunidades de combinar la conservación y la producción en actividades como la ganadería en sabanas inundables de Arauca y Casanare. Si bien en la Amazonia y otras regiones donde predominan los bosques, la ganadería implica altas tasas de deforestación, las sabanas inundables de estos departamentos, en Colombia, son escenario de un tipo de ganadería sostenible muy particular. Los aportes de gases efecto invernadero (GEI) son muy bajos, pues se hace en pasturas naturales, sin transformar las características naturales de las sabanas.  




Las comunidades campesinas llaneras llevan desarrollando un modelo conservación-producción bajo en carbono, practicado desde hace más de 500 años, lo que muestra su gran arraigo cultural. En 2018, los cantos de vaquería de los llaneros colombianos y venezolanos se declararon patrimonio inmaterial de la humanidad de la Unesco.  

Este modelo de ganadería está alineado a las temporadas de lluvias y de sequías de la región, adaptándose a la oferta de su medio natural. Y es que, en estas llanuras bien conservadas se pueden ver osos palmeros, chigüiros y peces junto al ganado. Esa amalgama entre ganadería tradicional, cultura y conservación, sin duda, ha favorecido el mantenimiento de las sabanas inundables hasta hoy. Por eso, el destino de las sabanas inundables está ligado a la pervivencia de los llaneros y llaneras.  


WWF y los demás socios del proyecto GEF “Paisajes Integrados Sostenibles de la Orinoquia” (GEF Orinoquia) buscan contribuir al posicionamiento de la Orinoquia como una región estratégica para el país, cuya enorme riqueza biológica y cultural enfrenta retos y amenazas para su conservación y uso sostenible. El proyecto GEF Orinoquia es liderado por el Gobierno de Colombia, se financia con recursos del GEF (Fondo para el Medio Ambiente Mundial) y es implementado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Parques Nacionales Naturales y Corporinoquia, con el apoyo del Banco Mundial, como agencia implementadora, y de WWF, como agencia ejecutora.
La biodiversidad en esta región representa un gran potencial para su desarrollo, ya que ofrece oportunidades de combinar la producción con la conservación.
© Julián Manrique / WWF Colombia
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