Posted on mayo, 08 2020
Una relación sana y permanente
Por estos días, las redes sociales se han inundado de videos de animales en las ciudades. La naturaleza nuevamente nos sorprende y muchos titulares hablan de que “está recuperando lo que le pertenece”. Otros, incluso, declaran que los humanos nos estamos devorando el planeta. Con más de 500 millones de personas confinadas ante la pandemia, parece acertada esta conclusión.
Desde hace dos décadas, científicos y expertos lo señalan. Estamos en el Antropoceno. El ser humano contemporáneo es una “fuerza geológica” tan potente que choca con los ciclos de la naturaleza, llevando al sistema planetario y su estabilidad a un límite y, además, lo hace a ritmos alarmantes.
Además de la pandemia, existen otros desafíos
Sin duda nuestra economía y hábitos de consumo y comportamiento han desplazado el bienestar de la naturaleza y de otras formas de vida; las consecuencias son palpables. Y, en medio de esta pandemia y la difícil situación que se vive, es inevitable empezar a hacer conexiones.
La posibilidad de contraer enfermedades zoonóticas como el covid-19, es decir, aquellas transmitidas de animales a humanos, se incrementa con el tráfico ilegal de especies. Con esa actividad que las saca de sus hábitats, las transporta y comercializa en mercados ilegales que facilitan el traspaso de virus, bacterias, hongos, entre otros, de especie a especie, incluyéndonos.
La crisis climática y el límite de 1.5°C
Hoy, la evidencia científica muestra que el incremento de 1.5° C sobre la temperatura promedio mundial es la cifra segura para evitar efectos más devastadores del cambio climático; precisamente, así se definió en 2014, en el histórico Acuerdo de París. El mensaje es claro, debemos tomar acciones contundentes pues este límite podría superarse solo en 10 años si seguimos al ritmo actual. Algunos escenarios posibles si sobrepasamos este límite incluyen:
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Con el incremento de 1.5°C, más de 70% de los arrecifes de coral morirán, pero si la temperatura media aumenta 2°C se perderán prácticamente todos.
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Es probable que los insectos, vitales para la polinización de cultivos y plantas, pierdan la mitad de su hábitat en el escenario de aumento de 1.5 °C, pero las probabilidades de esto se duplican con el incremento de 2°C.
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Más de 6 millones de personas que viven hoy en áreas costeras son vulnerables con un aumento de 1.5 °C. Si aumentamos 2°C, este problema afectaría a 10 millones de personas más.
Recordemos que la naturaleza, a través de procesos como la fotosíntesis de las plantas o la actividad de los volcanes, también produce gases de efecto invernadero (metano y dióxido de carbono). Estos retienen la radiación infrarroja del sol y generan una temperatura promedio propicia para la vida.
Sin embargo, actividades humanas como la quema de combustibles fósiles, la sobreexplotación de recursos y la deforestación, producen estos y otros gases a un nivel insostenible, acumulando más calor en la atmósfera y causando efectos que todos hemos experimentado: olas de frío y calor, heladas, incendios, fenómenos climáticos cada vez más frecuentes y extremos, como huracanes y vendavales.
Revertir la pérdida de biodiversidad
El panorama es igual de preocupante si hablamos de biodiversidad. La forma de describirlo por científicos y expertos es que enfrentamos una pérdida “sin precedentes”. Hoy, el 75% de los ecosistemas terrestres están afectados por la degradación del suelo. Los humedales principalmente, pues ya perdieron 87% de su extensión original y hablamos de la principal fuente de agua dulce del planeta. Además, un millón de especies podría desaparecer.
Y nos seguimos preguntando ¿qué tiene que ver con nosotros? Ecosistemas degradados pueden traducirse en escasez de agua, poca productividad de los cultivos y mayor riesgo de desastres. La desaparición de especies podría alterar la cadena alimenticia y la inestabilidad climática hacer que muchos alimentos desaparezcan de nuestra dieta. Pensemos en los polinizadores, en especies como las abejas, mariposas o colibríes que transportan el polen de flor a flor para que las plantas puedan reproducirse; más del 75% de los cultivos alimenticios más importantes del mundo se benefician de este maravilloso proceso.
Durante siglos los humanos nos hemos “separado” de la naturaleza con la intención de dominarla y ponerla a nuestro servicio, pero cada vez es más evidente esa necesidad de una relación más cercana y armoniosa, a través de un nuevo acuerdo que le dé el lugar que merece en todas las decisiones políticas, sociales y económicas. Más que una cuestión ética es una cuestión de supervivencia, de garantizar nuestra salud y de evitar situaciones “impensables” que cada vez se harán más reales.
La pandemia canceló las reuniones de alto nivel donde gobernantes, en representación de los casi 8.000 millones de personas que compartimos este planeta, tomarían decisiones determinantes para nuestro futuro, pero no tiene por qué cancelar la determinación o el gran nivel de compromiso de los países; por el contrario, es una muestra contundente de lo mucho que necesitamos mayores esfuerzos para cumplirlos y establecer ese nuevo acuerdo entre los humanos y la naturaleza. Finalmente, todas las formas de vida del planeta somos parte del mismo tejido.