Posted on 01 abril 2016
Gracias al Proceso de Caracterización que WWF y el Ministerio de Medio Ambiente el pueblo Múrui del Putumayo está rescatando su conocimiento ancestral para defender su territorio y sus derechos.
Para la gran mayoría de colombianos, un calendario no es más que una serie de casillas, con números, fechas importantes y días de la semana. Una simple herramienta de organización. Para los Múrui Muina, el pueblo indígena más numeroso de Leguízamo en el Putumayo, el calendario es la vida misma. A diferencia de la concepción occidental, las 23 comunidades que habitan esta zona del noroeste amazónico, entienden el territorio más allá de las fronteras y constituyen su vida alrededor de la chagra, el rastrojo, las quebradas, el cananguchal y la selva. Las fechas de siembra están estructuradas por épocas (fimona) entendidas por los meses lunares (fivui) y el año (fimona).
Haminton Rombarillama, integrante de esta comunidad de 4.449 personas, cuenta que “el Múrui tiene una relación profunda con el territorio como un acato a los preceptos ancestrales, donde el Padre creador nos encomendó el cuidado y la administración de la Madre Tierra. El desarrollo de las actividades culturales y espirituales define el territorio”. Para ellos, cada elemento tiene un valor significativo, por eso, si quieren tomar algo de la tierra, deben seguir unas exigencias que evitan el desequilibrio del planeta.
Esta comunidad amazónica ha tenido desde siempre al clima como su mayor aliado, por eso, como muchos otros pueblos, tienen un calendario que constituye la base de su cotidianidad. No existen números, todo está determinado por las señales de la naturaleza: la comunidad sabe que cuando el pájaro Jiari canta, es momento de recoger el chontaduro. Haminton explica que el conocimiento del calendario (jitoma, fibui eroiyakino) es la herramienta de los abuelos para controlar la naturaleza para el bien del pueblo y que por la pérdida de estos saberes se presenta el desorden climático actual.
En un esfuerzo por recuperar la sabiduría y organizar el territorio, representantes de las comunidades se reunieron cerca a los ríos Caquetá y Putumayo a ‘llenar el canasto’, un acto para recordar, compartir el conocimiento y unificar su pensamiento y palabra a través del tabaco y la coca. Haminton explica que “en este ordenamiento, en cada época sabemos y fijamos nuestras actividades como la chagra, ceremonias, la cacería, pesca, uso de la selva y las mismas narraciones del conocimiento”.
Ahí, los abuelos recordaron el calendario tradicional que utilizaban sus antepasados para cultivar sus chagras, pero se dieron cuenta que los cambios brutales que ha tenido el clima en los últimos años desajustó su cotidiano. Por ejemplo, en 2014 no hubo verano y las aguas estuvieron en sus niveles más altos por lo que no pudieron sembrar y, en el 2015, el verano fue tan largo que hizo incierta la llegada de la lluvia para la germinación de las semillas.
Aunque el clima ha cambiado, la herencia corre por las venas de los Múrui Muina y decidieron construir un nuevo calendario ecológico. Las bases del canasto se volvieron a tejer, los abuelos recordaron las historias, las madres se reconectaron con los saberes y ahora, los más pequeños podrán reconocer el territorio más allá de las fronteras de los mapas. Ahora, teniendo como guía al sol (jitoma) y la luna (fibii), este pueblo podrá trabajar por la sostenibilidad de la biodiversidad, reafirmando la necesidad de apostarle al conocimiento que tiene como principio la conservación, uso y manejo del territorio.
El calendario es sólo uno de los muchos pasos que se han dado en este proceso y constituye una herramienta para fortalecer y revitalizar los procesos de ordenamiento territorial desde lo tradicional para que sean ellos quienes dirijan con claridad el manejo y uso diversificado de sus prácticas culturales. Como muchos otros grupos indígenas, los Múrui quieren legitimar su presencia en nuestro país, sus costumbres, la manera en la que administran sus recursos y sobre todo la relación que tienen con el resto de la sociedad. WWF-Colombia trabaja de la mano de las comunidades indígenas, afro y campesinas para que, desde el conocimiento tradicional, sea posible la construcción de una política territorial que garantice su permanencia.
Taller de cartografía con la comunidad Lagarto Cocha
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