Cochahuaira, una inspiración para la conservación privada en Boyacá

Posted on mayo, 04 2021

En los años 90, un grupo de amigos escribió su sueño para el futuro: vivir en comunidad, lejos de la ciudad y al cuidado de un “pedacito de tierra en este mundo”. Hoy son los fundadores de una Reserva Natural de la Sociedad Civil que ha motivado a más pobladores de esta región a contribuir a la conservación a través de sus predios.
En los años 90, un grupo de amigos escribió su sueño para el futuro: vivir en comunidad, lejos de la ciudad y al cuidado de un “pedacito de tierra en este mundo”. Hoy son los fundadores de una Reserva Natural de la Sociedad Civil que ha motivado a más pobladores de esta región a contribuir a la conservación a través de sus predios. 

La historia de la Ecoaldea Cochahuaira es la de una promesa cumplida. La de tres amigos que hace más de 30 años se dedicaron a soñar con la construcción de un lugar que les permitiera vivir en comunidad, disfrutar juntos la jubilación, dedicar sus conocimientos profesionales a la creación de iniciativas de producción sostenible y, sobre todo, cuidar del “pedacito de tierra” que eligieran para habitar.

“En los años 90, mientras trabajábamos en una ONG enfocada en temas de vivienda y desarrollo urbano, Catalina Hinchey Trujillo, Alejandro Florián Borbón y yo decidimos escribir un proyecto de vida juntos”, cuenta Clara Ángel Ospina, una arquitecta que siempre visualizó su futuro en el campo. Entre todos consignaron en el papel, y con una rigurosidad académica, este proyecto conjunto que, con el pasar de los años, se materializó en el municipio de Gachantivá, en Boyacá.

“Yo tenía una finca cafetera en Quindío. Al principio pensábamos que ese iba a ser el lugar en el que nos íbamos a quedar para nuestro proyecto de vida, pero luego una amiga de Villa de Leyva me dio la idea de vender la finca y buscar un sitio por esa región. Yo me entusiasmé porque soy de Bogotá y me llamaba más la atención estar cerca de allí, así que les consulté a mis amigos. Ellos estuvieron de acuerdo con ese cambio de planes”, recuerda Clara.

En 2005, cuando comenzó la búsqueda del lugar para echar raíces, Clara se encargó de dejar por escrito cada detalle del proceso con la idea de que sus amigos pudieran estar enterados de los pormenores, especialmente Catalina, quien para entonces vivía en Brasil. “Ella aún no se había pensionado, entonces yo le enviaba toda la información de los terrenos que iba viendo. Al final encontramos un sitio de 3 hectáreas en Gachantivá, donde hoy tenemos la reserva”.
 

Cochahuaira, de un sueño a una reserva


Casi dos años después de haber encontrado el terreno se inauguró la Ecoaldea Cochahuaira. Para entonces, Clara ya había dirigido la construcción de dos casas en forma de caracol (inspirada por los fósiles encontrados en la región), en las que plasmó todo su conocimiento sobre la técnica de construcción con tierra. De esa manera, usaron bahareque y materiales vegetales como estructura, y tierra como relleno de esta. La idea era que las viviendas se desarrollaran de manera armónica con la naturaleza del lugar.

Con el tiempo, no solo construyeron dos casas más —una para Alejandro y otra para Jaime, un cuarto amigo que entendió la filosofía del proyecto y se unió a él—, sino que empezaron a indagar cómo blindar la presencia de compañías cementeras y mineras que tenían intereses en el territorio. Eso los llevó a encontrar la figura de Reserva Natural de la Sociedad Civil (RNSC), diseñada para que cualquier persona dueña de un predio con un valor para la conservación pueda registrarlo en el Registro Único de Áreas Protegidas (RUNAP) del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, con el propósito de convertirlo en un área de este tipo y asegurar su conservación a futuro.

“Con la creación de esta figura se determinó que la conservación de la naturaleza no solo estaba a cargo del Estado, sino que también podía hacerse por parte de la sociedad civil”, explica Marcela Santamaría, coordinadora técnica de la Red de Reservas Naturales de la Sociedad Civil (Resnatur), quien añade que inscribir una reserva en el RUNAP —un procedimiento que se hace a través de Parques Nacionales Naturales de Colombia—, otorga el derecho a ser tenido en cuenta en escenarios de planificación regional y municipal.

“Los municipios tienen la obligación de llamar a estas reservas a procesos que tienen que ver con impacto ambiental y megaproyectos. Hacer el registro de la RNSC es obtener una ‘cédula’ para negociar en esos aspectos, es casi que convertirse en un determinante ambiental”, cuenta Santamaría, quien también está segura de que crear una reserva de este tipo no solo suma a los esfuerzos de conservación del país, sino que demuestra que las personas pueden aprender a vivir de otra manera, en sintonía con el planeta.

Y con eso está de acuerdo Clara, quien después de inscribir a Cochahuaira como una RNSC, se dedicó a compartir con otros la existencia y las ventajas de esta figura. Fue así como en un periodo de 10 años, las reservas se incrementaron exponencialmente en Gachantivá y municipios aledaños. “Cuando nosotros empezamos había muy pocas reservas inscritas, hoy somos 57. Además, hemos ayudado a constituir algunas asociaciones de productores, por ejemplo, de mora y caña de azúcar”, dice con orgullo, ese que la levanta todos los días con las ganas de seguir sumando hilos a ese tejido social que ella y sus amigos ayudaron a conformar.

Es así como la riqueza de Cochahuaira no solo se ha protegido, sino que se ha recuperado: no solo ha vuelto a crecer un bosque en los terrenos que fueron usados como potreros, sino que un pequeño charco se convirtió en un humedal que alimenta a la reserva y a fincas aledañas.

“Además, la enorme riqueza de los ecosistemas que albergan la biodiversidad de la región, ahora tiene mayor valor para la gente. Las personas están muy comprometidas a conservar las fuentes de agua, humedales y acuíferos de los que se surten los habitantes de Gachantivá y Sutamarchán, y quieren aportar a la conformación y restauración de corredores biológicos, que actualmente están amenazados por proyectos de minería”.

Hoy en día, Cochahuaira cuenta con un plan de manejo que construyó con el respaldo de Resnatur y WWF. Con este, ha fortalecido una oferta ecoturística que incluye visitas guiadas, recorridos especializados en construcción alternativa y tecnologías apropiadas, y experiencias temáticas sobre turismo comunitario, reservas naturales, defensa del territorio y permacultura.

También, han logrado promover distintos productos y servicios sostenibles de la mano de otras reservas de los municipios de Arcabuco y Gachantivá y, recientemente, constituyeron Corpotivá, una organización articuladora avalada por Parques Nacionales para brindar acompañamiento a propietarios que quieren crear una RNSC. “En definitiva, lo mejor de todo es levantarse todos los días, mientras los pájaros cantan, con la sensación de que hemos hecho todo lo posible por crear comunidad y trabajar por el territorio”, concluye Clara.
 

¿Cómo trabaja WWF con las RNSC?


WWF, bajo el proyecto GEF-SINAP para el fortalecimiento del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, apoya el proceso de registro de este tipo de reservas ante Parques Nacionales. Además, acompaña la elaboración de planes de manejo con un componente de cambio climático, de tal manera que los dueños de los predios puedan tener mejores resultados con sus propósitos de conservación.
“En los años 90, mientras trabajábamos con temas de vivienda urbana, escribimos nuestro proyecto de vida”, dice Clara
© Ecoaldea Cochahuaira
El proyecto avanzó en el Quindío, donde Clara había heredado una finca cafetera. Sin embargo, los azares de la vida llevaron a este grupo de amigos a elegir a Gachantivá (Boyacá) como el sitio definitivo para echar raíces.
© Ecoaldea Cochahuaira
Se refiere a los esfuerzos que los llevaron a construir y fortalecer una red de Reservas Naturales de la Sociedad Civil (RNSC) en el territorio, luego de que ellos mismos pasaran por el proceso de inscribir a Cochahuaira como RNSC en el Registro Único de Áreas Protegidas.
© Ecoaldea Cochahuaira
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