Expedición Pacífico: la ciencia a bordo de un buque de la Armada
Posted on December, 14 2020
Bajo el Plan Nacional de Expediciones Científicas, creado para investigar y levantar información sobre la biodiversidad del país, se han realizado siete expediciones científicas en las que han participado 86 instituciones. Una de las más emblemáticas ocurrió en Cabo Manglares (Nariño), en 2018. ¿Qué pasó allí y por qué fue importante para el país?
Bajo el Plan Nacional de Expediciones Científicas, creado para investigar y levantar información sobre la biodiversidad del país, se han realizado siete expediciones científicas en las que han participado 86 instituciones. Una de las más emblemáticas ocurrió en Cabo Manglares (Nariño), en 2018. ¿Qué pasó allí y por qué fue importante para el país?*Nota originalmente publicada en Semana Sostenible.
“¿Usted se imagina lo emocionante que debe ser una expedición científica en un buque de la Armada? ¡Yo quiero ir!”, dijo Sara Marcela Perlaza, integrante del Consejo Comunitario Bajo Mira y Frontera, cuando le contaron que varias instituciones, entre ellas la Comisión Colombiana del Océano (CCO) y la Dirección General Marítima (DIMAR), estaban planeando un viaje con fines de investigación al Distrito Nacional de Manejo Integrado (DNMI) Cabo Manglares Bajo Mira y Frontera, al que llevarían cuatro personas del Consejo que pudieran apoyar los procesos de comunicación con las comunidades de esta área protegida.
“Cuando me dijeron que podía ir, me sonó como a un sueño. Y así fue en cada momento: desde que llegué y conocí a todos los compañeros de travesía, hasta que zarpamos y pude ver lo que hacían los científicos”, recuerda con entusiasmo, pues a pesar de haber vivido siempre en la región, esa experiencia le permitió ver el Pacífico con nuevos ojos.
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Por ejemplo, pudo ser testigo de la estricta rutina militar—y vivirla durante los 10 días de recorrido— desde que despertaban con la alarma estridente del buque, hasta que les llegaba de nuevo la hora de dormir; cómo un grupo de artistas visuales intentaba captar las mejores imágenes y sonidos en las playas, manglares y caseríos; y cómo los investigadores hacían lo suyo: recogían muestras, tomaban notas y fotos, recolectaban especies y se disponían a analizar todo el material en la cubierta del buque, convertida en un laboratorio ampliamente dotado para asegurar el éxito de todos los proyectos.
Uno de los trabajos que pudo ver de cerca, detalla Sara Marcela, fue la recolección de muestras de piangua —moluscos de alto consumo y distribución en el Pacífico colombiano, ecuatoriano y peruano—, con el fin de determinar qué bacterias estaban presentes en los individuos de la especie. También le llamó la atención lo que hacía Juan Carvajal, biólogo, profesor de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC Tunja) y director del Museo de Historia Natural de la misma institución. Él estaba allí para registrar especies de reptiles junto a Diego Higuera y Jorge Avendaño, mientras su compañero Yerson Peñuela hacía el inventario de aves.
“Fue muy emocionante hacer parte de la expedición. Hubo un momento que recordamos mucho: cuando llegamos a Candelillas de la Mar, un grupo de soldados nos acompañaba de un lado a otro, pero luego de que capturamos una culebra mapaná (Bothrops atrox) y le sacamos el veneno, no lo podían creer. Parecían niños y querían aprender”, dice Carvajal, convencido de la capacidad que tiene la ciencia de sorprender y despertar la curiosidad de cualquier persona, no solo de los investigadores.
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El trabajo de Carvajal y su equipo derivó en grandes avances en el conocimiento de la biodiversidad de Cabo Manglares. Primero, lograron superar el registro de aves que se hizo para la declaratoria del DNMI en 2017, pasando de 65 a 119 especies (entre ellas palomas, colibríes y aves de playa y cantoras); y segundo, crearon el registro de reptiles del área protegida, en el que incluyeron una especie de cocodrilo (Caiman crocodilus), cinco tipos de serpientes (Boa constrictor, Bothrops atrox, Sibon nebulatus, Trathanorhinus mocquardi cf, y Trachiboa boulengeri) dos tipos de lagartijas introducidas (Hemidactylus frenatus y Lepidodactylus lugubris) y una especie nativa de lagartija (Thecadactylus rapicauda), entre otros.
“Las lagartijas introducidas, de origen asiático, son bastante agresivas. A pesar de que son más pequeñas que las locales, tienen la capacidad de amenazar sus poblaciones”, explica el biólogo, y añade que esta y otras conclusiones sobre la investigación no solo permiten definir especies prioritarias para la conservación, sino que son el insumo para la red nacional de datos abiertos sobre biodiversidad del país (SiB Colombia), la base de datos global sobre biodiversidad ( GBIF) y artículos científicos de revistas como Biota Colombiana del Instituto Humboldt.
Expediciones Pacífico, una estrategia a largo plazo
De la expedición a Cabo Manglares hicieron parte 40 científicos, 20 instituciones, 69 tripulantes de la Armada y 13 proyectos. Estos últimos, enfocados en abordar los temas marinos y costeros desde líneas como biodiversidad y ecosistemas; aprovechamiento sostenible de los recursos; cultura y educación; y política y legislación.
“Todo esto es posible porque desde 2014, la CCO puso en marcha el Plan Nacional de Expediciones Científicas (PNEC), una estrategia interinstitucional para incrementar las bases técnicas necesarias para el desarrollo sostenible en los territorios”, explica el Capitán de Navío Juan Camilo Forero, secretario Ejecutivo de la CCO, y agrega que en esta estrategia participan entes gubernamentales como el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, a través del programa Colombia Bio, como también gobernaciones, alcaldías, Corporaciones Autónomas Regionales y Parques Nacionales Naturales.
Hasta el momento, el PNEC ha realizado siete expediciones científicas que han permitido, con la contribución de 86 instituciones, monitorear y recorrer más de siete mil quinientas millas náuticas del territorio marino de Colombia. “La expedición a Cabo Manglares fue muy particular porque se usó un buque de guerra cuya función es de patrullaje y defensa de la soberanía. Eso implicó que la Armada Nacional se adaptara a las necesidades de los científicos e incluso respaldara procesos como el muestreo. Fue una de las cosas más bonitas”, asegura Forero.
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Sobre esto, Luis Alonso Zapata Padilla, coordinador Marino Costero de WWF Colombia, cuenta que el apoyo logístico de la Armada y la DIMAR fue esencial para que los proyectos de investigación cumplieran su meta: aportar información para el desarrollo del plan de manejo del área protegida, un instrumento de planificación que establece los objetivos de conservación en la zona.
Fue WWF, precisamente, la encargada de dos proyectos de investigación en Cabo Manglares: uno en el que que pudieron identificar, con ayuda de las comunidades, cuál era el estado de conservación de especies con alto grado de explotación comercial como el ambulú (Hyporthodus acanthistius), la tintorera (Galeocerdo cuvier) y la pelada (Cynoscion phoxocephalus); y otro en el que analizaron huevos y larvas de peces para establecer qué tan abundantes eran sus poblaciones, cómo se distribuyen y cuáles eran las épocas de desove, entre otras. Esto, con el fin de hacer un listado de la biodiversidad de la región y posteriormente contrastar las características morfológicas de las especies con pruebas de ADN.
“Esta expedición marcó un hito muy importante en el país: mezcló lo científico, militar y comunitario, para proporcionar información necesaria para la conservación de esta área protegida”, explica Zapata, quien considera que, además del establecimiento de alianzas interinstitucionales y de la realización de proyectos de alto valor informativo para el monitoreo y control del área protegida, la travesía por Cabo Manglares dejó varias ganancias para Colombia, entre ellas, incrementar la lista de biodiversidad que hoy hace parte del Sistema de Información Biológica (SIB Colombia), generar apropiación de los recursos marinos y costeros en las comunidades del Pacífico nariñense y entregar a los colombianos conocimiento invaluable sobre ecosistemas y especies de la región.
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Esto último se puede ver con detalle en el trabajo de Juan Franco y León Felipe Jiménez, dos artistas visuales, fundadores del colectivo audiovisual Altano Project, que estuvieron a bordo para retratar, grabar y captar sonidos en el mar abierto, los litorales, los manglares, las playas y las comunidades, esas que leen la hora en la marea y no en el reloj. “Como resultado de la expedición desarrollamos un contenido interactivo que se llamó ‘Cabo Manglares: una posibilidad de encuentro’, en la que mostramos, por ejemplo, cómo el río Mira desemboca con muchos brazos sobre el océano Pacífico o cómo quedan cientos de metros de playa descubiertos cuando baja la marea”, explica León.
Para él, una de las imágenes inolvidables del área protegida, fue la de la playa descubierta a la espera del regreso de la marea. Allí, con la fascinación de científico, dedicó horas a mirar los detalles de los macroinvertebrados que se paseaban o se escondían en pequeños charcos. “Por mi parte, una de las cosas que más me marcaron fueron los manglares. Allí puedes ver la increíble adaptación de las especies vegetales, las raíces inmensas de los árboles y todo lo que pasa debajo de ellas: los cangrejos, las pianguas, los peces sapos…”, explica Juan, emocionado porque todo lo que ellos vieron y escucharon en ese rincón del Pacífico, está disponible para los ojos y oídos de cualquier colombiano.